
¿Qué es la disgrafía y qué relación guarda con los trastornos visuales?
Aunque lo hagamos de manera automática sin que nos suponga ningún esfuerzo, el acto de escribir es mucho más complejo de lo que parece ya que implica la integración de múltiples funciones cognitivas, neuromotoras, perceptivas y lingüísticas.
Cuando alguna de ellas falla, surgen dificultades específicas que impiden tener una buena grafía. O lo que es lo mismo: surge el fenómeno de la disgrafía
¿Qué es la disgrafía? ¿Cómo se manifiesta?
El DSM-5 (es un manual diagnóstico internacional que usan los profesionales para identificar trastornos del aprendizaje y del desarrollo) considera la disgrafía como una dificultad específica del aprendizaje, encuadrada dentro del trastorno con deterioro en la expresión escrita. Esta dificultad puede manifestarse en diferentes áreas, como la caligrafía, la ortografía, la gramática o la organización de ideas por escrito.
Estamos ante una disgrafía cuando la habilidad para escribir se sitúa significativamente por debajo de lo esperable en relación a la edad cronológica, interfiere significativamente en el rendimiento académico y no puede explicarse por otras causas como la presencia de un trastorno del desarrollo intelectual, o un trastorno neurológico o motor.
De este modo, las dificultades que experimentan en la grafía pueden ser notables como escritura ilegible, con errores en el trazo, con tamaño irregular de letras, con mala alineación o ejerciendo una presión inadecuada para escritura.
Por tanto, es importante tener claro que no estamos ante personas con “mala letra” sin más, sino ante personas que tienen auténticas dificultades para realizar con normalidad el acto de escribir. Además, no debe confundirse con la disortografía (errores ortográficos frecuentes y notables debidos a dificultades lingüísticas) ni con una caligrafía deficiente causada por falta de maestría y práctica.
Las señales frecuentes de disgrafía en niños durante actividades de escritura como las que exponemos a continuación y la presencia persistente de varias de estas señales puede justificar una evaluación más profunda por parte de un especialista.
Algunas de las señales observables son las siguientes:
- Ilegibilidad de la letra con letras deformadas o con trazos incorrectos.
- Tamaño y forma inconstantes variable sin patrón como letras muy grandes o pequeñas en el mismo texto.
- Deficiente organización espacial como palabras con separaciones incorrectas o letras que no respetan la línea o los márgenes.
- Gran esfuerzo al escribir, se cansa y tarda mucho en copiar.
- Inestabilidad en la ortografía con errores en palabras conocidas, omisiones o repeticiones de letras.
- Mala postura o agarre inadecuado del lápiz.
- Evita escribir o muestra frustración al escribir.
¿Está relacionada con alguna disfunción visual? ¿Puede mejorarse?
La escritura es proceso complejo, no innato, que requiere la coordinación de múltiples procesos neurocognitivos. Uno de estos procesos implica la activación de patrones motores para la formación de letras, palabras y frases, lo cual demanda una coordinación grafomotora fina y una adecuada integración visomotriz que permita dirigir el trazo de forma eficiente y precisa.
Diversos estudios han señalado que algunas disfunciones visuales como la coordinación visomotriz, la acomodación visual, la binocularidad y la percepción espacial, pueden influir de manera significativa en el desarrollo de la disgrafía ya que afectan a la forma en que el niño percibe, procesa y coordina la información visual durante la escritura y pueden influir especialmente en la psicomotricidad fina y la coordinación mano-ojo.
Por ejemplo, una alteración en la motricidad ocular o problemas en la convergencia puede dificultar que el niño mantenga la vista fija en el papel o siga correctamente la dirección del renglón. Asimismo, una percepción deficitaria del espacio puede interferir en la colocación de las letras o el respeto de márgenes y líneas.
Es importante subrayar que estos problemas visuales no siempre se detectan en las revisiones oftalmológicas convencionales, ya que pueden requerir pruebas funcionales más específicas propias de la optometría. Por tanto, es importante acudir a un centro especializado como Visualia donde sí realizamos las pruebas diagnósticas pertinentes.
Y la buena noticia es que, cuando identificamos un problema visual subyacente, puede trabajarse con terapia visual personalizada. Esta terapia, combinada con intervención psicopedagógica, reeducación psicomotriz y técnicas específicas de reentrenamiento en la caligrafía, puede favorecer una evolución muy positiva.